21.

 

Mientras Ace se acercaba a la casa, vio que las puertas y ventanas estaban completamente abiertas. Dada la frescura de la noche, le pareció extraño.

Entonces olió humo. Pensando que Caitlin, a lo mejor, había quemado algo más, se movió rápidamente, tambaleándose a través del porche, hasta detenerse en la entrada de la sala de estar.

Mirando a través de la niebla, vio que la parte superior de la mesa estaba cubierta con un guiso. Parecía como si alguien hubiera volteado la olla y derramado su contenido por todas partes.

Jugo y grumos de verduras quemadas goteaban de la mesa a los bancos. Peor aún, su hermoso piso barnizado estaba cubierto de agua.

Joseph estaba de pie en medio del desastre, con un trapo mojado en una mano. El frente de su camisa de batista tenía algunas manchas del caldo del estofado. La mirada en su rostro era poco menos que criminal. Varias toallas y mantas, que evidentemente había tirado en el suelo para absorber agua, estaban a su alrededor. Desde la cocina, Ace podía escuchar a David y Esa maldiciendo hasta por los codos y golpeando algo.

¿Qué demonios ha pasado? preguntó Ace. Miró preocupado a su alrededor. ¿Dónde está Caitlin?

Su hermano alejó la cortina de humo de su rostro.

Caitlin pasó.

¿Qué?

Con un ademán de su mano, Joseph señaló el desastre.

Caitlin hizo todo esto.

¿Qué demonios quieres decir con que, Caitlin hizo todo esto?

Quiero decir que deliberadamente dejó caer el guiso sobre la mesa, lo derramó por todos lados, y luego dijo “¡Oh! ¡Qué terrible desastre!” Luego se limpió las manos en mí y dijo, “¡Oh, querido, me parece que he manchado tu camisa!” Eso es lo que quiero decir.

Ace sintió una fría sensación filtrándose a través de sus botas. Bajó la mirada para ver que estaba de pie al menos sobre una pulgada de agua.

La inundación se produjo después de lo de la olla y la estufa dijo Joseph mientras se inclinaba para tomar otra toalla. Discúlpame, pero tus preciosos pisos barnizados van a arruinarse si no quito esta agua, y soy una brigada de limpieza de un solo hombre. David y Esa están tratando de abrir el jodido regulador del tiro de la estufa. Ella hizo fuego, cerró la corriente de aire, luego dañó tanto la manija con el atizador que ya no funciona.

Mientras caminaba hacia la cocina, Joseph le lanzó una mirada a Ace sobre el hombro.

Dijo que tenías cierta inclinación por despejar el aire y calmar las aguas, o alguna maldita cosa por el estilo.

¿Despejar el aire y calmar las aguas? Ace sacudió su bota.

¿De dónde demonios viene toda esta agua?

Desbordó la bañera.

Ace siguió a Joseph a la cocina. David y Esa estaban intentando, sin lograrlo, abrir la compuerta de la estufa, tenían tanto hollín en sus rostros que parecían mapaches. El humo se elevaba desde la puerta del horno y alrededor de las cubiertas de los agujeros de los quemadores.

¿Sabes dónde están los alicates? preguntó David a Ace.

No podemos tener un buen agarre de esta palanca con las manos desnudas.

Estaba tan sorprendido que apenas podía creer lo que veía, Ace retrocedió hasta el cuarto de baño, encontró los alicates donde lo había dejado al principio de la semana y regresó a la cocina. Al entregarle la herramienta a David, le dijo.

¿Chicos en serio esperáis que crea que Caitlin hizo todo esto? ¿En serio que pasó aquí?

Joseph se giró del fregadero, sus manos aún envueltas alrededor de una toalla.

Cuando regresé a la casa dijo ácidamente, estaba golpeando cosas por toda la cocina. Al principio pensé que estaba limpiando las ollas , las sartenes o algo. Pero los golpes se hicieron más fuerte, la manera en que se escuchaban parecían que estaban golpeando cosas para llamar la atención. Cuando le pregunté qué le pasaba, salió al comedor, luciendo tan enfadada como llamaradas, y dijo que no pasaba nada. Que nunca pasaba nada malo por aquí, y que estaba aburrida de eso. Aburrida de nosotros. Aburrida de ti. Aburrida de todas tus pretensiones.

¿Pretensiones? repitió Ace, mirando hacia la estufa de nuevo, que todavía estaba echando humo. ¿Qué diablos quiso decir con eso?

Ella es tu esposa. ¡Cómo se supone que vamos a saberlo! Joseph se giró al lavabo para mojar otra toalla. Cuando reunió la tela en sus manos y la retorció, su postura furiosa no le dejo a Ace ninguna duda de que deseaba tener sus manos alrededor del cuello de Caitlin. Todo lo que sé, es que estaba enfadada e hizo un maldito desastre.

Pasándose una mano por su cabello, Ace salió por el arco de la puerta y miró a la sala destruida. Horas de trabajo, echadas al retrete. Se giró hacia sus hermanos.

que esto va a sonar como una pregunta muy estúpida, ¿pero dónde estabais mientras ella hacia todo esto?

¿Qué parte? preguntó Esa, frotándose el hollín por debajo de un ojo. ¿Mientras estaba arrojando el guiso, destruyendo la estufa o inundando el piso?

Ace sintió la furia crecer dentro de él, una caliente e incipiente ira. ¿Por qué habría hecho Caitlin esto? Era la clase de destrucción que uno se esperaría de un niño mimado e intratable, no de una mujer adulta. Era una locura. Le lanzó una mirada a los tres.

¿Dónde estabais vosotros?

Bien, yo estaba de pie, justo donde estás, mientras ella acababa con la estufa. Eso vino después de lo del guiso. Joseph y David no estaban aquí.

¿Dónde estaban ellos?

Afuera en el comedor. Era como si… Esa se interrumpió. Caray, Ace. Todos estábamos de pie alrededor sin saber qué hacer. ¿Por qué estás enojado con nosotros? ¡Nosotros no hicimos este desastre!

La estufa escupió una nube de humo. Ace tosió, movió una mano frente a su rostro, se acercó y le quitó los alicates de las manos a David. Mientras se acomodaba para intentar acomodar la compuerta de la estufa les dijo,

No puedo creer que tres hombres adultos sólo se quedaron de pie mirando mientras una pequeña y tímida mujer causaba estragos. ¿Por qué ninguno de ustedes la detuvo?

¡Le pedí que se detuviera! dijo Esa defensivamente.

¿Y? exigió Ace. Podía sentir sus ojos molestándole un poco y supo que debía calmarse. Si no lo hacía, se vería tentado de golpearle un poco el trasero a Caitlin cuando finalmente pusiera sus manos sobre ella.

No lo hizo contestó Esa encogiéndose de hombros. Simplemente continuó moviendo el atizador y diciendo, “¡Aburrida, aburrida, aburrida de muerte!

¡Por Dios santo! En su ira, tiró del asa de la compuerta con todas sus fuerzas. La palanca giró inesperadamente bajó el golpe, haciéndole perder el equilibrio. Cuando lo recuperó dijo. ¡Tú pesas más que una muchacha de ochenta libras, Esa! Arrojó las pinzas sobre la estufa, el metal entrechocándose fuerte con el otro metal. ¡No puedo creer que tan sólo le hayas pedido educadamente que se detuviera y no hiciste nada! ¿Por qué no le quitaste el atizador, por el amor de Dios?

Estas repitiendo lo mismo dijo Joseph secamente desde donde trabajaba, en el fregadero. ¿Por qué cuando te enojas, todo lo que se te ocurre decir es “Por el amor de Dios”? ¿O “Por Dios Santo?

Cállate, Joseph. No es el momento para uno de tus estúpidos comentarios inteligentes. Ace regresó su mirada a Esa. Te hice una pregunta. Me gustaría una respuesta. ¿Por qué no la detuviste?

Esa tosió y se limpió su boca con una manga.

Bien, Ace, la verdad es, estaba un poco asustado de que ella, bien, ya sabes, me pegara.

¿Asustado de que ella pudiera pegarte? Ace no podía creer lo que escuchaba. Esa chica no tiene un solo hueso malvado en su cuerpo Levantó una ceja mirando la espalda de Joseph. ¿Y mientras estaba derramando el guiso sobre toda la creación de Dios, Joseph? ¿Qué estabais haciendo tú y David?

Joseph miró por encima de su hombro.

Esa tiene mucha razón. Nosotros sólo nos paramos a mirar. ¿Qué más podíamos hacer? ¿Tratar de detenerla por la fuerza? Gracias, pero no gracias. Me he enredado con Edén un par de veces cuando esta de mal humor. Lo aprendí de la manera difícil, es mejor alejarse.

David resopló.

En eso tienes razón. Un hombre no tendría ni una oportunidad.

Ace se pasó una mano por su cabello una vez más y lanzó otra mirada incrédula a la destrucción. ¿Caitlin, la tímida y dulce Caitlin, había hecho todo esto?

¿Cómo demonios se las arregló para inundar la casa de esta manera? ¿No pudisteis, al menos, haber cerrado la llave del agua?

David se encogió de hombros.

Estábamos tan ocupados tratando de arreglar la estufa y de deshacernos del humo, que no notamos el agua hasta que regresó del cuarto cargando a Lucky. Para entonces, el pasillo ya se veía como un maldito río inundándose.

Esa agarró una toalla del estante de la pared para limpiarse las manos.

En su salida, me preguntó si todavía creía que era un ama de casa. ¿Puedes creerlo? Se frotó el rectángulo de lino manchado de hollín en la cara. Si no la conociera mejor, juraría que hizo esto sólo para hacernos enfadar.

Ace sintió como si un puño se cerrara alrededor de su garganta. Se colocó las manos en las caderas y cerró los ojos.

Luego, con la voz estrangulada, dijo.

¡Dios santo!

Sólo que esta vez, no estaba muy seguro de si estaba maldiciendo o rezando.

Una ama de casa. Una persona o cosa que tenía valor. Algo o alguien que otros quería. Caitlin tampoco estaba segura de que definición se aplicaba a ella.

 

 

Ace buscó a Caitlin cerca de la casa primero. Cuando su búsqueda inicial no le proporcionó ninguna pista, amplió su círculo, cada búsqueda llevándolo cada vez más y más lejos de las tierras y los edificios del rancho. No pudo más que comenzar a preocuparse. Colorado era un tosco y salvaje lugar. Había toda clase de bestias corriendo por ahí, especialmente en la noche, algunos de ellos depredadores.

¿Todavía crees que soy un ama de casa? Su frase de despedida a Esa volvió a la mente de Ace docenas de veces mientras la buscaba por la zona. Caitlin. Era como un intrincado rompecabezas, y cada vez que pensaba que por fin lo había descubierto, se daba cuenta que le faltaban un par de piezas.

Le había dicho a Joseph que estaba aburrida de muerte de ellos. Ace sospechaba que era lo contrario, que estaba preocupándose tanto por ellos que estaba aterrada de ser lastimada. Después de todo, ¿quién en su vida no la había lastimado? En su mente, si ella se permitía volver a confiar, se estaría volviendo vulnerable. Eso tenía que ser malditamente aterrador.

Ace finalmente la encontró sentada en un tronco junto al arroyo. Se aproximó silenciosamente por su lado derecho, dándose la oportunidad de estudiar su rostro que miraba hacia arriba. Abrazando protectoramente a Lucky contra su pecho, miraba hacia la luna y el cielo lleno de estrellas, como si estuviera buscando respuestas a un montón de preguntas. Claramente estaba preocupada y tenía el presentimiento de que sus preocupaciones eran todas sobre él.

Ace se preguntó cómo reaccionaría cuando lo viera. No quería asustarla más de lo que probablemente estaba. Decidió que la simpatía casual sería la mejor manera de acercarse.

Hola.

Dio un brinco tan grande que casi se cayó al arroyo.

¡Ace!

Saltando para ponerse de pie, se inclinó para liberar el gato, dándole una palmadita en el trasero para alejarlo. Dios no permitiera que Lucky se quedara en el medio y saliera lastimado. Esas eran sus expectativas, que a Ace le diera un arranque de ira, al igual que siempre le sucedía a su padre. Estaba escrito por todo su rostro. En su palidez. En sus grandes ojos asustados, que parecían fundidos con plata bajo la luna.

Ace quería regañarla por haber venido sola, pero bajo las circunstancias, no creyó que fuera un movimiento muy inteligente. Habría tiempo suficiente después para discutir sus preocupaciones por su seguridad.

Estaba comenzando a preocuparme admitió. Claro que me tomó tanto tiempo encontrarte que, probablemente, debería estarlo. Cerca de la casa, me volví sobre mis pasos, pensando que quizá no te había visto entre todo ese humo.

Ella se abrazó a la cintura, el cuerpo rígido.

¿Entonces, has estado en la casa?

Ace casi se rio ante la mirada de su rostro. Era evidente que no estaba reaccionando de la manera prevista.

Oh, . He estado allá. Hiciste un infierno de desastre, ¿sabes?

Ella lo miró por un interminable y largo momento. Luego, manteniendo sólo un brazo alrededor de su cintura, comenzó a jugar nerviosa con los botones de su blusa, su mirada era vigilante y cautelosa.

No estás… Se humedeció los labios temblorosos. ¿No estás enojado?

Ace se colocó las manos en sus caderas, sin perder de vista el hecho de que ella temblaba cuando él se movía.

Un poco. Como dije, hiciste un terrible desastre. Si ellos no recogen esa agua rápido, los suelos tendrán que ser lijados y barnizados de nuevo. Eso será mucho trabajo innecesario.

Estoy segura de que tus hermanos están enojados dijo con una vocecita temblorosa.

Lo están. Justo ahora, probablemente quieran enviarte a Patrick por pony express.

Inexplicablemente estaba interesada en una pequeña roca, empujándola un poco con la punta de su zapato.

¿Y ? ¿Quieres enviarme con Patrick también?

Ace miró la parte de arriba de su cabeza agachada.

No va ser tan sencillo, Caitlin.

Eso la hizo levantar la cabeza. Lo miró cautelosamente.

¿Disculpa?

Me escuchaste. Es por eso que hiciste todo esto, ¿verdad? Para hacerme enfadar tanto, que te haría hacer las maletas o que perdiera el control. Puesto que ya hemos pasado por la primera posibilidad y ya te he dejado claro que no te voy a dar una anulación, tengo la sensación de que estabas contando con que hiciera eso último. Después de todo, si actuara como un completo idiota, podrías odiarme. ¿Verdad?

Yo… No sé de qué estás hablando.

Él buscó su mirada.

Oh, creo que sí Esperó un momento para darle énfasis. Preocuparte por las personas es algo peligroso, ¿verdad?

Un musculo bajo su ojo comenzó a temblar. Ella le devolvió la mirada con una expresión pétrea, que no revelaba nada, que no mostraba nada de lo que quería saber, o de que había dado en el blanco.

Ace suspiró e inclinó la cabeza hacia atrás. La inmensidad del cielo lleno de estrellas por encima de ellos era relajante. Parecían actores sobre un escenario, cada uno interpretando un papel, cada uno con un propósito especial. El suyo era hacer feliz a esta chica, que Dios lo ayudara, no sabía cómo.

Él bajó la mirada de nuevo a su pálido rostro.

El punto de final de todo esto, es que tu comportamiento explosivo de esta noche no logró nada. No voy a perder mis estribos para que puedas odiarme, no voy a enviarte de regreso a casa con Patrick. Estás atrapada conmigo.

Ella envolvió ambos brazos alrededor de su cintura de nuevo, luciendo tan frágil y temerosa que él quiso tenerla entre sus brazos.

No funcionara, lo sabes dijo ella suavemente.

¿Qué?

Este elaborado plan tuyo. No te amaré. No importa lo que hagas. No importa que tan convincente seas. Se abrazó más apretadamente. ¡Dejar pasar miles de noches sin tocarme! Dejar que Lucky se siente justo en el medio de la mesa para cenar. ¡Comprarme un océano lleno de chocolate, ropas nuevas para llenar todos los armarios de la casa y suficientes telas para hacer alfombras de pared a pared! No me importa. ¡No funcionara! ¡No te amaré nunca, ni en un millón de años!

Sus labios estaban diciendo una cosa, sus ojos estaban diciendo otra por completo. Su corazón se rompió por ella.

¿Caitlin, a qué le tienes tanto miedo? ¿Lo sabes siquiera? ¿Alguna vez te has sentado y has sacado tus miedos a plena luz del día para examinarlos? Él dudó por un momento, buscando en su atemorizada mirada. ¿Sabes qué pienso? Creo que estás tan confundida, que no sabes siquiera donde es arriba. ¿Cómo puedo ayudarte con algo de esto si no eres honesta conmigo?

No quiero que me ayudes con esto replicó temblando. Sólo quiero dejarlo.

¿Quieres decir, dejar el matrimonio? Soltó una suave risa. Es así como has solucionado los problemas, ¿huyendo de ellos?

No estoy huyendo. Me he quedado y he honrado mi compromiso.

¿Lo has hecho? Perdona que lo mencione, pero aún no hemos hecho el amor, el cual es uno de tus deberes como esposa. Estás huyendo, Caitlin. Tal vez no físicamente, sino emocionalmente, has estado dando vueltas desde que puse mí anillo en tu dedo. ¿Llamas a lo que tenemos un matrimonio? Piénsalo de nuevo.

No estoy lista para intimar. Tal vez nunca lo esté.

Tarde o temprano, vas a tener que enfrentar lo que sea que te da tanto miedo. Los problemas no se resuelven por mismos. No puedes pretender que no existen y esperar que desaparezcan Se quedó en silencio, luchando por calmarse. Cuando pudo modular su voz de nuevo, le dijo. Me gustaría ayudarte, si me dejas le tendió una mano. Vamos. Sentémonos y hablemos. Tomaremos un problema a la vez. Juntos, Caitlin. No hay nada que no podamos vencer si lo hacemos juntos.

Ella fijó su mirada torturada sobre la suya.

¿No lo entiendes? gritó con voz débil y temblorosa. eres mi miedo más grande. ¡Tú! ¿Cómo podrías ayudarme a enfrentar eso? Es todo o nada contigo. Ya tienes control sobre mi vida. ¿Por qué no puede ser eso suficiente? ¡Pero, oh, no, tienes que tener mi corazón y mi alma también!

Por supuesto.

¿Ves? Lo miró acusadoramente ¡Quieres partes de mí que no puedo darte!

¿Que no puedes, o no quieres? Él extendió su mano de nuevo hacia ella. Vamos, cariño. Sentémonos y hablemos de esto. Te sorprenderías lo mucho que ayuda hablar las cosas.

En lugar de tomar su mano, ella se pasó la mano temblando sobre sus ojos.

¿Crees que mi mente es como el huerto de vegetales de Joseph, toda ordenada en pequeñas hileras? ¿Cómo puedo separar las cosas cuando están todas juntas y revueltas… Su voz se quebró y su respiración se volvió entrecortada. ¡Lo haces sonar sencillo, pero no lo es! ¿Por qué no puedes sólo dejarme ir, Ace? Por favor. ¡Antes de que sea tarde!

Ya es muy tarde. Estoy enamorado de ti.

Dejó caer la mano y lo miró implorándole.

¿Cómo puedes decir eso?

Porque es verdad. Te amo, Caitlin. Con todo mi corazón. ¿Quieres quemar todo el granero para seguir? ¿Tal vez arrasar con toda la casa? Será para nada, porque cuando acabe, voy a estar aquí de pie, diciendo lo mismo. Te amo, y nada va a cambiar eso.

Soy la hija de Conor O'Shannessy. ¿Has olvidado eso? ¡A la larga, lamentaras el día en que me conociste!

Eso es estúpido.

¿Lo es? preguntó con voz chillona. ¡Traerá mala sangre a montones, Sr. Keegan! ¡Si me mantienes en este matrimonio y las cosas se dan como esperas, te daré hijos algún día! Y esos hijos serán los nietos de Conor O’Shannessy. Tus hijos podrían ser pelirrojos. Podrían parecerse a él. Incluso peor, podrían ser como él. Una mala semilla ¿y cómo te sentirías con ellos? ¡Mi padre era malvado y un hombre vil!

La maldad no se hereda de la familia. Las personas eligen ser malas. No nacen así.

¿Qué sabes de la maldad?

Ace no estaba seguro, pero pensó que ella acababa de hacerle un gran cumplido.

Sé que la mayoría de los comportamientos, buenos o malos, son aprendidos.

Ella movió una mano en un gesto que abarcaba todo.

Mira a Patrick. Sobrio, es la persona más amable que he conocido. Después de un par de tragos, es tan loco como un caballo desbocado. ¡Así como era mi padre !

Exactamente, los jóvenes tienden a tomar un modelo a seguir de sus padres. De hecho, ¿cuándo has sabido qué Patrick sólo se tome un par tragos? Apostaría a que la primera vez que tocó una botella, se tomó toda la maldita cosa. Eso es todo lo que sabe, beber hasta hartarse. Su padre bebía de esa manera, así que él lo hace. Su padre se portaba terriblemente cuando bebía, entonces él lo hace. No hay ninguna maldita cosa mala en tu hermano , que una buena patada en el trasero no pueda curar. ¿Sangre mala, Caitlin? Si creyeras eso, no lo amarías como lo haces.

Lo amo a pesar de eso. Con fallos y todo. ¡No porque crea que es perfecto!

Ace vio la oportunidad con ello y se lanzó por ella.

Te amo de la misma manera dijo con la voz ronca. Con fallos y todo, Caitlin. ¿Por qué no puedes confiar en eso?

Porque no sabes todo lo que hay que saber de .

Entonces, por el amor de Dios, ilumíname.

¡Tal vez debería! Le dijo como si estuviera amenazándolo. Me pregunto si entonces, me tratarías como alguien especial.

Cariño, eres especial. Una dulce, hermosa…

¡Detente! ¡Sólo…detente!

Caitlin…

Ella levantó una mano.

Dijiste que eventualmente no querías más secretos entre nosotros. ¿Recuerdas eso?

.

Bien, tengo uno. Uno terrible. ¡Más terrible de lo que puedas imaginarte! Y si alguna vez te digo… tú… Su voz se quebró de nuevo y tragó saliva. Nunca me miraras de la misma manera. Nunca.

Ace se pasó una mano por el cabello, movió los pies, sin apartar su mirada de ella.

Te diré que hagamos un trato, ¿te parece? Tú me dices tú terrible secreto, y si me siento diferente sobre ti después de oírlo, no sólo te daré la maldita anulación, te ayudaré a empacar y te pondré en el primer viaje San Francisco. Incluso te voy a dar suficiente dinero para que vivas por un buen tiempo. ¿Te parece justo?

¿Harías eso? preguntó temblorosamente.

Tienes mi palabra sintiéndose bastante seguro de que no había nada que ella pudiera decirle que tuviera el poder para sorprenderlo de manera tan mala, le dijo. Entonces, suéltalo, cuál es ese horrible secreto tuyo.

Ella ya estaba tan pálida que él pensaba que no podría ponerse aún más, pero lo hizo. Sus ojos parecían destellos negros contra su piel blanca. Vio su garganta temblar, vio sus labios abrirse. Pero las palabras evidentemente se negaban a salir. Se pasó una mano temblorosa sobre los ojos.

En un tono de voz apenas audible, le dijo.

¿Recuerdas que me preguntaste si el hombre que… que me violó… pagó por ello? ¿Y te dije que pagó caro?

.

Te mentí deliberadamente.

¿Quieres decir que salió impune?

No, pagó. Sólo que no de la forma que tu pensaste que quería decir, él le dio a mi padre seis cajas de whisky.

¿Qué?

Le dio a mi padre seis cajas de whisky repitió débilmente. Eso fue lo que pagó.

Ace sintió como si un caballo lo golpeara en los testículos. La tierra bajo sus pies se desvaneció. Se quedó allí, mirándola, sin poder asimilar lo que le había dicho. Luego, lentamente, como pequeñas cuchillas de afeitar, las palabras se abrieron paso en su cerebro.

Oh, Jesús, no.

Fue todo lo que pudo decir, y ante sus palabras ella se estremeció como si la hubiera golpeado. Dio un paso hacia atrás casi torpemente, todavía abrazada a su cintura, los músculos de su rostro estaban tensos sobre sus huesos, dándole un aspecto casi esquelético.

¿Ves? susurró ella.

Se giró para correr. Ace estaba aún tan sorprendido, que le tomó un momento reaccionar. Para entonces, ella ya había puesto varios pies entre ellos.

¡Caitlin! ¡Vuelve aquí!

Ella corrió como si el diablo le pisara los talones. Ace fue tras ella. Sabía muy bien que ella no podía ver bien en la noche, y le preocupaba que pudiera tropezar con algo si se alejaba de las áreas abiertas.

No tuvo suerte. Como un animal asustado y herido, buscó la protección de los árboles y la maleza que crecía a lo largo del arroyo. Oscuridad. Ace se metió tras ella, golpeándose con las ramas en el rostro, maldiciendo entre dientes.

¡Maldita sea, Caitlin! ¡Detente! ¡No dentro del bosque! ¡Caitlin!

En todo caso, sus advertencias y el sonido de sus pasos más cerca de ella la hicieron tomar mayor velocidad. Ace apretó el paso, inclinando hacia adelante la cintura, acercándose más a ella mientras cerraba la distancia entre ellos. Estaba tan cerca, que podía escuchar su respiración dificultarse. Pero cada vez que trataba de alcanzarla, ella se las arreglaba para evadir su mano.

Luego las vio. Rocas. A quince pies de ella, un lecho de rocas dentadas en la curva del arroyo. Ella corría directo hacia ella, cegada al peligro, ajena a sus gritos.

Con una velocidad que no sabía que tenía, Ace cerró los últimos pasos los separaban. Ella soltó un sorpresivo quejido cuando la atrapó desde alrededor de la cintura de un saltó. Girándola en el aire para aterrizar bajo ella y tomar la peor parte de la caída, golpeó el suelo con ella en sus brazos.

¡Suéltame! chilló. ¡Suéltame!

Codos. Rodillas. A Ace nunca le habían golpeado tantas partes a la vez. Cuando giró para dejarla bajó él, ella lo atacó directo al rostro con sus uñas. Atrapó sus muñecas justo antes de que le dejara una marca, metiendo sus manos bajo su cabeza.

¡Maldita sea, Caitlin, detente!

Ella giró su cabeza de lado a lado, esforzando cada musculo de su cuerpo para soltar su agarre. Tomó sus muñecas con el agarre de una de sus manos así podría agarrarla de la barbilla. La luz de la luna se proyectaba en el claro iluminando su rostro.

¡Detente, dije!

Sin dejarle otra opción para evitar su mirada, cerró los ojos, su expresión era de profunda desesperación.

Suéltame o gritaré de nuevo, esta vez todo lo que pueda. ¡Lo digo en serio! ¡Suéltame!

Ella luchó contra él con una sorpresiva fuerza. Desafortunadamente para ella, no era oponente para él físicamente hablando. La sujetó con facilidad, apenas ejerciendo fuerza mientras ella empujaba y empujaba agotándose más rápido. Cuando al fin no tuvo más energía con la cual luchar, se estremeció y se quedó quieta, su rostro reflejaba su derrota.

Ace la miró con una expresión torturada. Querido Dios del cielo. No podía concebir que alguien hiciera algo tan cruel como vender su cuerpo por whisky.

Oh, Caitlin… cariño sosteniendo su barbilla firmemente para que no pudiera apartar la mirada, fijó sus ojos en los de ella. Quiero que me escuches se inclinó para besar su frente, luego miró profundamente en sus ojos de nuevo. No importa. Me desgarra que algo así te haya pasado, pero no cambia lo que siento por ti. Nada lo hará. ¿Entiendes? Si tu padre te hubiera vendido por whisky cien veces, con cien hombres distintos, aun así no me importaría. Siempre te amaré. Siempre. El secreto más terrible del mundo no va a cambiar eso.

Con una rapidez que lo sobresaltó, ella se echó a llorar. No un llanto delicado y de señorita, sino en desgarradores sollozos que se escucharon a lo largo del claro.

Girando hasta su espalda, Ace la tomó entre sus brazos, acunando la parte de atrás de su cabeza con una mano, presionando toda la longitud de su cuerpo tembloroso con la otra mano. En su lucha, su cabello se había soltado de las horquillas. Con una textura parecida a la seda, las hebras sueltas caían sobre su muñeca y su antebrazo.

Está bien, Caitlin. Shh, cariño, está bien.

Sólo que, por supuesto, no lo estaba. Caitlin, el intrincado rompecabezas que siempre parecía tener piezas faltantes. Ahora, de repente, todas esas piezas habían caído juntas. Su sentido de insuficiencia. Su baja opinión de sí misma. Su negativa a confiar. No era de extrañar que no hubiera podido separar y conquistar sus miedos sobre él. Vendida por seis cajas de whisky. Ella no había sido nada más que una posesión para Conor O'Shannessy, una mercancía comerciable. ¿Cómo podría Ace esperar que ella creyera que la apreciaba cuando su propio padre la había vendido a otro hombre?

Ruego poder olvidar.

Girando su cabeza contra su cabello, Ace cerró los ojos, con fuerza. No podía recordar la última vez que había llorado. No desde su infancia, supuso. Un hombre no le daba salida fácil a sus emociones. Sólo que estaba llorando ahora. Con ella. Por ella. Apretó su agarre sobre ella, consciente en el fondo de su mente de que debía tener cuidado de no lastimarla, aun así queriendo apretar su abrazo y no dejarla ir jamás.

Para su sorpresa, ella pasó sus brazos alrededor de su cuello y se abrazó a él. No estaba seguro de cuánto tiempo la sostuvo así, sólo que el tiempo pasó , eventualmente sus sollozos pasaron a ocasionales hipos. La manera en que abrazaba su cuello ya no se sentía tan desesperada. Ella se rindió a las caricias de sus manos en su espalda y sus brazos, sin protestar cuando sus palmas se rozaron contra los costados de sus senos.

Sucedió en el estudio susurró.

Ace presionó los labios contra su cabello.

Dime susurró con suavidad.

En realidad no quería escuchar los detalles. Sabía que iba a ser una terrible historia, una que probablemente lo perseguiría hasta el día de su muerte. El cobarde en él retrocedió. Pero también sintió que Caitlin jamás podría dejar esto atrás hasta que hablara de ello.

Ella le pasó los dedos sobre los cabellos que crecían en la parte de atrás de su cuello, su tentativo toque explorando. Entonces de repente sus uñas se enterraron ligeramente, pinchándole la piel.

Papá, estaba sentado en el escritorio con su whisky dijo débilmente. Eso era todo lo que le importaba, el whisky.

Ace cerró sus ojos de nuevo, luchando con la ira. Más tarde. Más tarde podría enojarse. Golpear con su puño una pared. Gritar hasta quedarse ronco. Pero no ahora. Ella lo necesitaba. Puede que nunca lo necesitara tan desesperadamente de nuevo.

Él me dijo que dejara de llorar dijo. ¡Eso fue todo! Que dejara de llorar.

Ace se tragó una maldición, luego miró sin ver el cielo. Las palabras salieron de ella, una liberación del corazón y del alma que tenía seis años de retraso. Habló del dolor y luego de la vergüenza que había sentido. Ace intentó imaginarlo y tuvo un poco más de éxito haciéndolo de lo que hubiera querido. Una joven, brutalmente violada mientras su padre se inclinaba en su escritorio, bebiendo de su jarra de whisky. Era inconcebible. Sin embargo, sabía que había sucedido. El odio y la amargura en su voz eran evidencia de ello, era tan densa en el aire que casi podía saborear las emociones cada vez que respiraba.

12 de Marzo de 1879. No hubo nadie para abrazarla entonces, nadie para consolarla. Para alejar a Patrick, Conor había enviado al chico con una unidad de ganado. Cruise Dublín había aparecido la primera noche, después de anochecer, con las seis cajas de whisky en la parte trasera de su camión.

Ace apretó los dientes cuando escuchó el nombre. Dublín había sido uno de los compinches de Conor O’Shannessy, uno de los cuatro hombres implicados en la estafa a Joseph. Un bastardo. Más bien un cruel bastardo. Cualquier hombre que se pudiera parar a mirar mientras un chico era golpeado con la culata de un arma y una mujer indefensa era violada tenía que ser cruel. Sin mencionar que Dublin había participado en el ahorcamiento de un hombre inocente.

Ace casi podía imaginarlo. Un bajito y fornido hombre con características contundentes y un rostro rubicundo. Trató de imaginarlo poniendo sus manos sobre Caitlin y no pudo. ¿Qué clase de hombre hacia tal cosa? Ace se consideraba como un tipo de sangre caliente como el otro tipo, pero tenía una línea en la violación. No había excusa, ninguna en absoluto, para que un hombre tomara por la fuerza lo que podría comprar en casi cualquier bar con una moneda de cinco dólares de oro.

No es que considerara que Caitlin estuviera en el mismo plano que las mujeres de diversión. Ella era dulce, preciosa y hermosa, la clase de mujer con la que muchos hombres tan sólo podrían soñar tocar. Cruise Dublin había cumplido más que ese sueño.

¿Qué edad tenías, Caitlin? Incluso mientras hacia esa pregunta, Ace recordó la fecha en su diario y sabía que no podía ser muy mayor. ¿Quince, dieciséis? ¿Cuántos años?

Dieciséis dijo temblorosamente. Suficiente edad para casarme, dijo papá.

Como si eso excusara lo que había hecho Conor. Dieciséis… En los libros de Ace, eso apenas pasaba la infancia, la época de la vida en que la mayoría de las niñas dejaban las muñecas y comenzaban a usar peinados altos. Una época de inocencia. De curiosidad. Una época en que las heridas eran profundas. Tan profundas que a veces jamás sanaban.

Ella pasó a describir el ataque en sí, lo insignificante que se había sentido, la brutalidad a la que Dublin había recurrido cuando casi logró escapar.

Me golpeó. Y cuando eso no me hizo dejar de pelear, me golpeó de nuevo. Después de eso, me quedé echada en el suelo. Era como una pesadilla, sólo que estaba despierta.

Ace acomodó el ángulo de su brazo bajo su trasero y la levantó con más fuerza contra él, tratando de consolarla de la única manera que sabía. Con su cercanía. Con su fuerza. Ella tenía tan poco por sí sola. Quería matar a Cruise Dublin. Dios lo ayudara, tal vez lo haría algún día. El hombre no merecía vivir.

Ella pasó a contarle como se había sentido después. Las pesadillas que la habían espantado en su sueño, el miedo irracional que la hacía saltar por alguna sombra durante el día.

Para cuando Patrick llegó a casa de llevar el ganado una semana después, me sentía mejor susurró. Los moretones casi habían desaparecido. Estaba bien para entonces. Tan bien como siempre había estado, de todos modos. Así que nunca se lo dije.

Ace se preguntó si le había dado miedo que Patrick se sintiera diferente con respecto a ella si supiera lo que le había pasado.

¿Por qué, Caitlin? ¿Tenías vergüenza de decírselo?

No dijo con suavidad. No fue eso. No de Patrick. Sé que no lo demuestra, pero él me quiere. Más que la mayoría de los hermanos, creo. Cuando éramos niños, todo lo que teníamos era el uno al otro.

¿Entonces por qué? La presionó. ¿Por qué no se lo dijiste?

Ella tomó aire en un suspiro tembloroso.

No quería que saliera lastimado.

¿Lastimado?

, lastimado. No fue fácil para Patrick, siendo hijo único y pareciéndose tanto a papá. Las personas constantemente le decían, ese chico, de tal palo tal astilla. ” Y cada vez que lo hacían, Patrick lucia como si le golpearan. Algunas veces lo atrapé mirándose al espejo, observando el reflejo de sus ojos, como si buscara algo. Creo que estaba asustado de lo que podría ver.

¿Quieres decir, de ver algo de su padre en sí mismo?

susurró. Y fue por eso que nunca le dije lo que me había pasado. Estaba convencido de que en realidad papá no era un hombre malo, que era sólo el whisky lo que lo hacía tan malo y loco. No quería quitarle eso. Algunas veces, creer en una mentira nos mantiene cuerdos.

Ace trató de imaginar cómo había sido para Patrick, siendo criado por un hombre como ese. Hasta la muerte de su padrastro, Ace siempre había tenido un hombre en su vida para admirar y como modelo a seguir.

Lo siento, Caitlin. Nunca quise lastimar a tu hermano regresando aquí. Sólo quería limpiar el nombre de mi padrastro.

Lo sé.

Ace colocó una mano en su hombro.

Te admiró por tratar de proteger a tu hermano ocultándole la verdad. Pero debo decir que no fue muy sabio. ¿Y si tu padre hubiera intentado hacer lo mismo de nuevo?

Si papá hubiera tratado de enviar a Patrick con otra carga de ganado, no hubiera tenido más opción que decírselo. Por suerte, nunca se llegó a eso. El rancho comenzó a prosperar un poco, y el dinero nunca estuvo tan escaso de nuevo. Siempre y cuando nuestro padre tuviera suficiente whisky, estaba feliz con beber y darnos un golpe ocasionalmente.

Más que ocasionalmente, por lo que parece.

admitió ella, luego continuó compartiendo partes y pedazos de sus recuerdos.

Para el momento en que terminaba, Ace tenía una imagen completamente diferente de Patrick O’Shannessy.

Tu hermano parece un tipo bastante bueno. No me sorprende que lo quieras tanto.

Él dio su vida por mí susurró. Recibió más palizas para protegerme de las que puedo contar con los dedos de mis manos y mis pies.

¿Tu padre hubiera hecho lo mismo? ¿Hubiera recibido una paliza para proteger a alguien que amara, Caitlin?

Ella soltó una risa amarga.

¿Mi padre? No amaba a nadie más que a sí mismo, por lo que esa es una pregunta discutible.

Entonces Patrick, no es para nada como él, ¿verdad? No en las maneras que cuenta. No puede controlar el licor, y actúa como un idiota cuando esta ebrio, pero en esencia no es para nada como tu padre.

Ella apoyó sus codos en su pecho para levantarse y mirarlo a los ojos.

¿Qué estás diciendo?

Ace trazó los contornos de su dulce rostro surcado por las lágrimas, con la punta de su dedo, amándola de una manera que no hubiera creído posible dos meses atrás. Sintió su virilidad apretarse ante la presión de sus caderas contra las suyas y apartó la erección. No ahora. Se sentía tan bien, tenerla sobre él. Sin ver ningún miedo en sus ojos. No quería arruinarlo.

¿Mala semilla, recuerdas? No existe tal cosa, Caitlin. Patrick no está más contaminado por las sangre O’Shannessy en sus venas que tú Frotó su dedo a lo largo de su boca ligeramente hinchada. Y otra cosa, Sra. Keegan. Creo que tus cabellos rojos son hermosos. Si me das media docena de bebés pelirrojos, me tendré a mismo como un hombre con muchísima suerte.

Ella movió sus caderas ligeramente, sus ojos abriéndose ampliamente, con sorpresa.

Creo que mejor me levanto.

Dándose cuenta que ella había sentido su repentina erección, Ace pasó un brazo alrededor de su cintura para detenerla.

Ni siquiera lo pienses…

Pero yo…

No te voy a lastimar, Caitlin. Se siente muy bien tenerte contra mí, eso es todo. Mi cuerpo, a diferencia de mi cerebro, no entiende que es un momento inapropiado para reaccionar.

Ella se mordió su labio inferior.

¿Estás seguro?

Confía en mí dijo con voz sedosa. Me pongo de esta forma prácticamente cada vez que me acerco a ti. Huelo tu cabello o siento tu suavidad, la siguiente cosa que sé, es que te quiero.

Oh, Dios Empujó con fuerza con sus codos, subiendo su torso y colocando una rodilla en la tierra. En serio creo que mejor…

Caitlin, quédate dijo firmemente. Quererte y hacer algo sobre eso son dos cosas totalmente diferentes. Tarde o temprano, debes aprender a confiar en mí. No hay más tiempo que el presente.

Mañana tal vez sea mejor.

Él se rio a pesar de sí mismo. A medida que su alegría menguaba, la miró solemnemente y buscó su mirada preocupada.

¿Qué es lo que puede pasar que tanto te asusta, Caitlin? ¿Puedes decirme eso? ¿Cuál fue el primer pensamiento que vino a tu mente un segundo después de que sentiste mi erección?

Que podrías lastimarme.

Entonces tu miedo más grande de hacer el amor es que te pueda lastimar. ¿Verdad?

Ella evitó su mirada.

En gran medida, .

Él atrapó un mechón de su sien y lo enrolló alrededor de su dedo.

¿Caitlin, qué tanto me amas?

La pregunta era en sí una apuesta. Hace poco tiempo, ella lo habría negado vehementemente, incluso sintiéndolo, y podría hacerlo de nuevo. Admitir que se amaba era abrirse a uno mismo a ser herido, era volverse vulnerable. Él no estaba seguro de que ella pudiera hacer eso.

Mucho dijo en voz baja.

No era exactamente la confesión más poética de amor que hubiera escuchado, pero para Ace, sabiendo lo mucho que le costaba admitirlo, era hermoso. Mucho. ¿Cómo altas eran las montañas? No. ¿Tan profundo como el océano? No. Sólo mucho. Pero para él, era suficiente.

¿Me amas lo suficiente como para confiar en mí? le preguntó suavemente.

Ella se movió ligeramente. Como una mujer confiada, lo que no era. Ni siquiera en su estado actual, en el que estaba medio conmocionada. Ella reconocía una señal de peligro cuando la sentía.

Estoy confiando en ti ahora.

Él contuvo una sonrisa. El recelo en su mirada era inconfundible, y sabía que nada le gustaría más que colocar una distancia prudente entre ambos.

Supongo que sí, lo estás. Sólo estoy esperando que confíes un poco más.

¿Qué quieres decir?

Él apretó una mano en su hombro. A través de la tela desgastada de su vestido, podía sentir el tirante de su camisa, la curva de su hombro bajo su pulgar, los ligamentos de su musculo femenino que protegían el hueso de su antebrazo. Un hueso que, sin duda, podría romper usando la fuerza en su agarré. Ace tomó aire profundamente.

Sólo estoy pensando en hacer otro pequeño trato contigo dijo suavemente, lentamente, así las palabras podrían penetrar en su mente y comenzar a tomar sentido antes de que continuara. ¿Cómo te sentirías si jurara que nunca te tocaría de ninguna manera que no desees que lo haga?

Un poco de tensión dejó su cuerpo.

¿Nunca? Preguntó, la nota de esperanza en su voz era inconfundible.

Ace sonrió de nuevo, con tristeza.

Nunca le aseguró.

Supongo que eso sería… Se interrumpió, con los ojos brillantes y llenos de dudas. ¿Harías eso?

Por supuesto.

¿Lo juras?

A cambio de una promesa tuya, , lo juro.

Un repentino destello de dudas oscureció sus ojos a color azul grisáceo. Tenía derecho a sentirse con dudas, Ace lo sabía, pero aun así, lo lamentó.

¿Qué clase de promesa?

Me temo que una que lo incluye todo. No será una promesa fácil de hacer para ti, e incluso puede que sea más difícil para ti mantenerla.

¿Qué?

Ace tragó. Era aquí y ahora.

Quiero que me prometas que no pondrás ninguna objeción o no me pedirás que no te toque de alguna manera a menos que eso te cause dolor. Si lo hace, me detendré. Sin preguntas, sin argumento. Sólo me detendré y no te tocaré así nunca más.

Sus latidos aumentaron. Podría sentir el rápido repiqueteo de su pulso bajo sus dedos, contra sus costillas y a lo largo de sus caderas.

No… no lo sé. En verdad no…

No respondas lo primero que salta a tu cabeza le advirtió. Es más de lo que la mayoría de los esposos ofrecen, por un lado. Por otro, es un muy buen trato, si lo piensas bien. Una garantía de mi parte de que jamás, bajo ninguna circunstancia, te lastimaré. Acabas de decir que eso era lo que más te atemorizaba, la idea de ser herida.

Lo es. De cualquier modo, es lo principal.

Bien, ¿entonces?

Ella se levantó un poco más, apoyando más de su peso en sus codos.

Sí… te prometo eso ¿juras nunca lastimarme? ¿Ni siquiera un poco? ¿Ni siquiera por un segundo?

Ace se sintió casi culpable. Sabía malditamente bien que el recuerdo del ataque de Dublín cumplía bien. Probablemente muy bien. Lo que sin duda se cernía más espantosamente en su mente era el dolor que el bastardo le había infligido. Un hombre no podría violar a una mujer que luchara sin que cada toque fuera brutal. Claramente ella creía que sufriría el mismo abuso de nuevo si le permitía libertades a su esposo con su cuerpo. Poco sabía ella que era muy poco probable que la causara cualquier molestia, ni siquiera dada la obsesión de Ace por ella

En resumen, la estaba engañando y más tarde, cuando fuera demasiado tarde, sin duda se daría cuenta. Con suerte, para ese momento, también tendría la oportunidad de demostrarle que no tenía nada que temer estando en sus brazos.

Caitlin, estoy dispuesto a jurar por mi vida, diablos, incluso lo juro sobre la Biblia; que no haré nada, absolutamente nada, que te cause ni una pizca de molestia. Nunca. Y si por accidente, lo hago, todo lo que tienes que hacer es decírmelo y me detendré al instante.

La incredulidad en sus ojos hizo que su garganta se cerrara. ¿En el nombre de Dios, qué estaba imaginando la pobre chica que podía hacerle?

Ella tomó aire en una profunda y temblorosa respiración.

Creo que me gustaría más si simplemente acuerdas no tocarme para nada. Al menos por un tiempo.

Ace contuvo una risa. ¿Simplemente? No tenía ni idea.

Esa no es una opción, cariño. Eso es básicamente lo que hemos estado haciendo este último mes, y sólo mírate. Eres un manojo de nervios. Y yo he estado taladrando las cabezas de mis hermanos cada vez que me miran. No podemos seguir así. Y si piensas sobre ello, estoy seguro de que tampoco quieres. Mientras que no te lastime, qué tienes que perder, ¿eh?

Ella guardó silencio por un momento, claramente sopesando sus opciones, las cuales eran pocas.

Está bien dijo al fin.

Tenemos un trato.

Ace casi brincó de alegría. No era una buena idea. En su lugar, mantuvo una expresión adecuadamente solemne y dijo.

No te arrepentirás. También te lo prometo.

 

 

Las luces doradas de las linternas iluminaban las ventanas de la casa, guiando a Ace como luces de un puerto seguro, mientras cargaba a Caitlin a lo largo del campo. El agotamiento al fin había hecho mella en ella casi a medio camino de casa, y no había tenido más opción que cargarla. Por suerte, no pesaba mucho.

En algún punto a lo largo del camino, se quedó dormida. Con la cabeza sobre su hombro. Uno de sus brazos colgada lánguidamente en su costado. Pensó que era mejor así. De esta manera, no vería la cara de sus hermanos y podría esperar hasta mañana para disculparse por el desastre que había hecho en la casa.

Sus hermanos. Para su tranquilidad esperaban adentro. Por primera vez en su vida, la oscuridad le parecía malévola a Ace, fría, una empalagosa penumbra llena de sombras burlonas y cambiantes.

Cuando Ace pateó la puerta para abrirla, sólo podía oler los leves rastros de humo. Con una rápida mirada al cuarto, vio que el agua y el guiso derramado habían sido limpiados. Sus hermanos, quienes estaban sentados en la mesa, congelados en varias posiciones, se sobresaltaron, sus miradas llenas de duda se posaron en la mujer que llevaba en brazos. Joseph fue el primero en, al fin, moverse.

¿Qué demonios pasó? Saltó del banco y fue hacia Ace. ¿Se cayó? ¿O qué?

Ace sacudió su cabeza ligeramente, tratando de decir con sus ojos lo que no podía con palabras. Los pasos de Joseph se detuvieron, y le lanzó una mirada a Caitlin, su expresión volviendo más preocupada. Ace pasó a su lado yendo hacia el pasillo. Habría tiempo después, para contestar sus preguntas.